Como ya vimos en la entrada anterior... si desaprovechamos aquello que tenemos delante, que lo vemos con nuestros propios ojos, ¿cómo vamos poder ver? Todo aquello que los niños son cacapaces de darnos, el poder de su imaginación...
Si fuesemos capaces de bajarnos a su altura y construir con ellos ¡cuánto ganaríamos! El comportamiento docente hace que sea tan difícil escucharles, creer que tienen algo importante que aportar a los demás, que al final siempre terminamos creer que, es mejor hacer lo que el docente sabe, porque el tiene unos estudios y eso ya... parece ser suficiente.
Si escuchasemos a los niños, se sentirían partidiarios de su propio aprendizaje, responsable del mismo y así estarán mucho más motivados para su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Con el poder de su imaginación, obtenemos la rica creatividad que por desgracia, va desapareciendo poco a poco, a medida que los niños van creciendo y... vaya ironía, ¿no?
Los niños son “máquinas creativas” que a medida que crecen van perdiendo esa capacidad, cada vez más previsible, hasta el punto de desarrollar la terrible y frustrosa frase “yo no sé hacerlo o no se me ocurre nada” cuando el profesor después le pide que realice por SI MISMO Y SIN AYUDA DE NADIE una tarea o actividad.
Lo lógico sería que los niños a medida que crecen fuesen más y más creativos e independientes en sus tareas, pero como no trabajamos su imaginación, ya que tienen que seguir las directrices de un docente, sólo trabajamos la dependencia de un maestro que le diga qué tiene que hacer y cómo tiene que hacerlo.
Por favor, escuhemos y construyamos juntos. Una educación entre todos es siempre más completa y siempre ayudándonos de los más pequeños que saben mucho más sobre las inquietudes y necesidades de la infancia que cualquier libro de texto o normativa impuesta desde arriba.